Vie 26 de Abril de 2024
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Por qué el kilo de cebolla saltó a más de $300 y el de lechuga puede salir $590

Durante julio, los precios de la lechuga y la cebolla crecieron respecto a junio 40,5% y 57,9% según el Indec. En lo que va de agosto sus valores siguieron al alza. Las razones
Según el Indec, el Índice de Precios al Consumidor (IPC) subió en julio respecto a junio un 7,4%, la marca más elevada del año y de las últimas dos décadas. Esto llevó a que la inflación acumulada en los primeros siete meses del 2022 treparan 46,2%, mientras que respecto a julio del 2021, el salto sea de 71%. Si bien no lidera el ranking de los rubros que más subieron sus precios hasta este momento, el de alimentos y bebidas no alcohólicas siguió de cerca la evolución de la inflación.

Así, en julio los valores de sus productos crecieron 6% en promedio respecto al mes anterior, con un acumulado a la fecha del 48,3% y del 70,6% en la comparación interanual. Dentro de este amplio universo que comprende el rubro alimenticio, llama la atención el salto de dos productos realmente básicos, que conforman dos tercios de la ensalada típica argentina: la lechuga y la cebolla.

En el primer caso, el organismo estatal a cargo de las estadísticas midió un salto del 40,5% en el precio del vegetal, al pasar de $ 351,13 el kilo en junio a $ 493,37 en julio, mientras que en el segundo caso, el incremento fue del 57,9% al crecer de $ 108,35 el kilo a $ 171,06. Caso contrario sucedió con el tomate, el otro gran ingrediente, que pasó de valer $ 217,73 a $175,30, lo que quiere decir que su precio se redujo 19,5% en un mes.

Por su parte, la Cámara Argentina de la Mediana Empresa (CAME) realizó un relevamiento mensual en el cual, si bien la tendencia es la misma que la expresada por el INDEC, algunos números difieren. Para la entidad, la cebolla pasó de $119,2 en junio a $215,8 en julio, dando una variación positiva del 81%, mientras la lechuga creció de $ 304 a $367,25, derivando en un aumento del 21%.

Pero más allá de la diferencia en las cifras existentes, esta situación parece haberse agravado en lo que va de agosto. Si se realiza una visita a las grandes cadenas de supermercados o se inspecciona sus catálogos online, verá precios generalmente por encima de los antes expuestos. En cebolla, pueden encontrarse precios que van de los $ 329 a $ 400 el kilo, mientras que en lechuga, dependiendo siempre de su variedad, va de $329 a máximos de $589 el kilo. En el caso de las verdulerías, es tal la dispersión de precios que, así como pueden observarse valores por debajo de éstos, tranquilamente también pueden verse por encima.

Las razones
Para explicar el salto en los precios de estos dos productos, el director de Economías Regionales de CAME, Pablo Vernengo, sostuvo que existe una conjunción de razones que motivaron un alza en los valores, en donde confluyen cuestiones productivas, como así también efectos del desbarajuste macroeconómico. “Las causantes son muchas y depende de cada producto. Pero hay algo general, que es la falta de transparencia de lo que es la comercialización. No hay transparencia ni remates, como existían antes en el Mercado Central”.

Dicho esto, Vernengo detalló que en el caso de la cebolla se dieron cuestiones en particular. La principal fue que “hubo un reacomodamiento de precios atrasados de acuerdo al costo de producir este alimento”, que se mezcló con una escasez en la oferta proveniente de Santiago del Estero por cuestiones estacionales. En este sentido, desde CAME marcaron que el precio pagado al productor por su mercadería pasó de $ 25,83 en junio a $ 100 en julio, lo que significó un salto del 287%, mientras que ese aumento en la góndola solo fue del 81%, mejora que “no fue percibida por los productores más chicos, que ya vendieron toda su cosecha”.

En el caso de la lechuga, Vernengo explicó que el productor “tuvo solo una recomposición del precio del 5%, pero en la góndola se ve un mayor aumento, que llega al 21%, por la incertidumbre en cuanto a la reposición. Lo que se vende hoy no se sabe a qué precio mañana puede estar comprándolo en los mercados concentradores”.

Teniendo en cuenta estos puntos, desde CAME subrayaron que “el productor primario no es formador de precios, por lo que tampoco es responsable de su escalada. En general, las diferencias entre origen y destino se deben a un conjunto de comportamientos como, por ejemplo, los especulativos, adoptados por diferentes actores de la cadena de valor que abusan de su posición dominante en el mercado, básicamente, los hipermercados, los galpones de empaque y las cámaras de frío”.

Además, Vernengo sostuvo que de aquí en adelante, “los precios se van a ir reacomodando tardíamente hacia el productor acompañando el proceso inflacionario”, pero que “el primero que tiene el ajuste es el comerciante, porque pone el valor de reposición en base a la incertidumbre de la situación”.

Incertidumbre
Más allá de la suba de precios por cuestiones productivas o inflacionarias, el desbarajuste que vivió la economía argentina durante julio generó una gran incertidumbre en el conjunto de las actividades que integran las economías regionales en general y la horticultura en particular. Tal es así que referentes del sector ven un impacto de la crisis que podría repercutir en las cosechas venideras.

El presidente de la Asociación de Productores Frutihortícolas y Afines de General Pueyrredón, Ricardo Velimirovich, contó a Infobae que la profundización de la crisis a partir de la renuncia del ex ministro de Economía, Martín Guzmán, “nos afecta mucho, porque tenemos que comprar los insumos en dólares y financiados, lo cual genera una gran incertidumbre de qué se va a sembrar y cuánto voy a gastar, porque no se sabe cuánto va a valer. Estamos en una situación muy complicada”.

“Hay una gran incertidumbre de qué se va a sembrar y cuánto voy a gastar”, Ricardo Velimirovich
A partir de esto, Velimirovich indicó que “con los asociados estamos hablando en mantener un poco la producción dentro de los niveles lógicos, pero no estar arriesgando tanto en mayores inversiones. Es la primera vez en muchos años que se empiezan a ver algunas tierras de producción frutihortícola desocupadas o no sembradas en virtud de esta situación”.

“A la larga esto algún perjuicio va a traer. Nosotros tenemos que programar la siembra con mucha precisión, pero cuando uno no tiene certezas, claramente es más difícil sembrar y por eso creo que va a haber una disminución de los suelos productivos para la temporada”, advirtió el dirigente empresario.


Viernes, 19 de agosto de 2022
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