A 4 años del derrumbe Rosa Urbina recuerda a su hijo  La madre de Diego Rodríguez, habla a cuatro años de la tragedia de los 8. La casa expone un vacío que los perros y sus ladridos no pueden compensar. En la pared, de ladrillos con relieve, la pintura rosa se descascara. Hay dos cuadros y cuatro fotos: las dos más diminutas (tipo carnet) están insertas en las otras. Son iguales, la misma persona: Diego Rodríguez y su sonrisa.
“Él era el de la alegría; siempre ponía música”, dice a Norte de Corrientes María Rosa Urbina, su madre. Suelta una bocanada de humo de tabaco.
Diego es uno de los ocho obreros muertos hoy hace cuatro años. La causa llegó a tener diez imputados entre empresarios de la construcción y funcionarios de la Municipalidad, incluyendo al por entonces intendente.
A la fecha quedan sólo tres: el arquitecto Marcelo Mayer y los ingenieros Walter Bruquetas y Elías Cohen. Se los acusa del delito de estrago culposo agravado. El expediente pasó por tres juzgados y todavía no se da por terminada la etapa de instrucción, pese a tres exhortaciones del Superior Tribunal de Justicia.
“Comparo nuestra causa, la de los ocho obreros, con la causa Goitia (el secuestro de la nieta del empresario del juego): cómo se resolvió tan rápido y están todos presos. Por los ocho muertos ellos estuvieron una semana presos. Hay justicia para los que tienen dinero; para los pobres, no. No puedo confiar en la Justicia”.
María Rosa saca un cigarrillo (Viceroy paquete de 20, azul), lo manipula unos segundos, lo lleva a la boca; con su otra mano agarra el encendedor, prende la punta en la llama. “No me voy a callar más nada, de qué me sirvió: la cámara de apelaciones es una vergüenza y el Superior Tribunal de Justicia, habiendo ocho muertos, desprocesa a William Mayer y a los funcionarios. Hay tanta corrupción que el que tiene dinero hace lo que quiere”.
Los últimos tiempos han sido desalentadores para Rosa y su lucha. No sólo la afectó los reveses judiciales sino también la pérdida de su abogado Ernesto “Tito” González.
¿Por qué parece que los correntinos olvidamos a nuestros muertos? -(Uno, dos, tres segundos de cavilación) A veces somos hipócritas. Si no te toca no le das importancia. Cada uno vive, trabaja. Siento bronca e indignación porque fueron ocho vidas jóvenes, gente buena y trabajadora. Ese dolor que siento no me lo van a sacar.s
CONTEXTO
El 22 de marzo de 2012, un grupo de operarios trabajaba en la cúspide de un edifico emplazado por calle San Martín 652 del barrio Cambá Cuá. Siendo cerca de las 13, los trabajadores estaban realizando tareas en el encofrado del tanque de agua, en el punto superior de la torre. La estructura cedió y los hombres cayeron y sus cuerpos precipitados dieron sobre los techos de las dos casas lindantes junto a una lluvia de cemento líquido.
Fallecieron ocho de ellos y otros dos resultaron heridos. Las víctimas fatales de la tragedia en la obra fueron: Diego Rodríguez, Marcos Ramón Ricardo González, Jorge Ismael Acevedo, Eduardo Luciano Acevedo, William Arnaldo Valenzuela, Ramón Valentín Zacarías, Enrique Eduardo Fabián Sosa y Paulo Alejandro Medina. Los sobrevivientes prestaron declaración en la causa y pese a que uno de ellos incriminó a William Mayer, este fue desprocesado al igual que los funcionarios municipales y dos empleados.
Dolor de decir a nieto que su papá murió
Unas noches atrás mientras jugaba en la cama con sus abuelos S., el hijo de Diego Rodríguez, les preguntó si podía vivir con ellos. La consulta los conmovió a ambos.
“Es nuestro motor: la alegría. Mi nieto no se olvida de su papá. Pregunta por él. Le contamos qué le pasó y pareciera que busca en su abuelo la figura del padre. Nos hace llorar”, cuenta Rosa.
Hoy S., tiene 8 años. Cuando tenía 4 no le dejaron asistir al velatorio de Diego, mucho menos verlo en el interior del féretro. Pero con los días, y la insistente indagación de dónde estaba su papá le fue revelado el doloroso secreto.
Rosa tiene un cuadro grande con una foto de su hijo fallecido, sobre el vidrio cobertor, S. pegó con cintas un figura/llavero. Ella lo dejó así.
“Antes él le iba a buscar al jardín de infantes con la moto y cuando volvían traían torta parrilla para tomar con el mate”, recuerda la abuela de S.
Ahora piensa en esa posibilidad. Tal vez, con ese niño, su nieto, que va y viene todos los días al colegio puedan ella y su marido el vacío de la pérdida.s
Bronca y lástima
“Espero -dice María Rosa- que haya condena, aunque falten varios acusados. Y así consigan algo más de paz. No sólo mi hijo sino por los ocho. Fueron buenos amigos y se fueron juntos. Por los otros siento bronca porque pudieron evitar todo esto, pero también lástima: sé cosas de ellos, qué más allá del poder económico no son felices en su núcleo familiar. En cambio yo soy una pobre trabajadora, pero mi familia me hace feliz”. (Norte)Martes, 22 de marzo de 2016
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