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El Principito llega al cine

El mismo año en que se liberan los derechos de las obras de Antoine de Saint-Exupéry por los 70 años de su fallecimiento y sus obras vuelven a reflotar en el imaginario y las librerías, el cine se anima a contradecir eso de que “lo esencial es invisible a los ojos” para contar en imágenes la extraordinaria fábula de El Principito. El célebre relato con textos y dibujos de Saint-Exupéry publicado originalmente en 1943 (uno antes de la muerte de su autor), uno de los grandes long sellers de la historia y el libro más leído y traducido en Francia (a más de 250 idiomas), llega a las salas cinematográficas de mano de productora francesa y director estadounidense, Mark Osborne (Kung Fu Panda), en formato de filme animado.

La dualidad está presente en la película de diversas formas, desde la factura francesa-estadounidense que obligó a que el filme ostente dos versiones, una en francés y otra en inglés (con nombres famosos como Rachel McAdams, Paul Rudd, Jeff Bridges, Marion Cotillard, James Franco, Paul Giamatti y Ricky Gervais dando voz a los personajes en su modo hollywoodense); pasando por la técnica mixta, que combina animación digital y stop motion, y la historia, que cuenta el mito de El Principito en un contexto distinto, con nueva trama y personajes.

Y es que la conmovedora narración ilustrada del encuentro del pequeño príncipe rubio y el piloto de avión en el que se incluyen baobabs, corderos, asteroides y hondas reflexiones esenciales y nada invisibles sobre el amor, la muerte, la amistad y la diferencia radical entre jóvenes y adultos está incluida a modo de inserto en la flamante versión fílmica de El Principito.

La gran protagonista de la cinta es una niña (voz de Mackenzie Foy en la versión en inglés, de Clara Poincaré en la francesa) que se muda a una casa nueva junto a su madre y se prepara para ingresar a una nueva escuela a fines del verano con el marco de una gran ciudad tecnologizada del siglo 21 como escenario, ya lejos de las turbulentas e históricas épocas de la Segunda Guerra Mundial en que se gestó la novela de Saint-Exupéry.

Antes de que la instancia académica llegue y mientras se somete a una estricta instrucción impulsada por su madre, la niña descubre que tiene a un singular hombre como vecino: un viejo aviador, que tiene una historia inolvidable para contarle; una que promete cambiarle la vida y la manera de entender las cosas. Por supuesto, esa anécdota que el aviador se dispone a transmitirle a modo de heraldo a la niña no es otra que la de El Principito, que se despliega visualmente en la versión artesanal del stop motion a lo largo de buena parte del filme como un recuerdo o un flashback. Aunque es la convivencia de la niña con su madre, narrada con la más espectacular técnica del CGI, la que acapara la mayor parte de la cinta. Así, los lectores fieles de El Principito que esperaban una adaptación literal del libro deberán seguir esperando o abrirse a este planteo aggiornado de la novela corta universal de Saint-Exupéry, que le debe más a la vertiginosa tradición reciente de la animación estadounidense que a los trazos naif profundos y contemplativos de los textos y dibujos del piloto-autor francés.

Del dicho al hecho

No es casualidad que existan tan pocas versiones cinematográficas de El Principito (de hecho hay sólo una anterior a la inminente animación, un musical con actores de 1952 a cargo de Stanley Donen, recordado director de Cantando bajo la lluvia): la novela de Saint-Exupéry, que tiene a la brevedad como insignia y no llega a las 100 páginas, supone un quebradero de cabeza para cualquier guionista o director que intente traspasarla a una cinta de una hora y media. Ese fue justamente el temor de Osborne al recibir el pedido francés de dirigir el filme: “Lo primero que dije fue ‘es imposible, no puede hacerse’”, reconoció Osborne, que no quería pasar a la Historia como la persona que traicionó la historia original. La solución intermedia fue no estirar la novela de manera innecesaria, incluyéndola dentro de una historia más grande que la contuviese.

“No quería adaptar al libro de la página 1 a la 100, quería adaptar la experiencia emocional que alguien tiene cuando lo lee –añadió el director estadounidense–. Intenté encontrar la experiencia común que transmite la novela, que tiene que ver con una reacción emocional. Busqué plasmar un equivalente cinematográfico de esa experiencia emocional”.

El Principito, la película, entonces, es más un tributo que una fotocopia, la historia dentro de otra historia contada por un aviador barbudo y canoso para que espectadores de todo el mundo recuerden la leyenda del noble principito o corran a buscar el libro por primera vez para maravillarse con su imperecedero mito.

Osborne: “Cuando me metí de lleno en la historia original mi deseo fue la de ser muy puro, muy respetuoso con el libro. Amplié la historia para que incluyera la experiencia de una niña pequeña al leer el libro, y cómo este la inspiraba y le hacía despertar sus temores más oscuros. Se me ocurrió contar la significativa historia de cómo el aviador le contaba a ella la historia. Pensaba que era imposible convertir el libro en una película, por eso encontré la manera de hacer un tributo”. Habrá que ver si El Principito capta lo esencialmente invisible del libro: sus miles de lectores dirán.

El Principito. Animación, fantasía. Francia, 2015. Guion: Irena Brignull y Bob Persichetti. Dirección: Mark Osborne. Con: Rachel McAdams, Paul Rudd y James Franco. Duración: 108 minutos. Calificación: Apta para todo público.


Martes, 25 de agosto de 2015
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