Jue 16 de Mayo de 2024
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Itati: Plegaria de los jóvenes a María pidiendo erradicar profundas necesidades sociales

Miles de jóvenes, aún bajo la lluvia, y pidiendo a María los guíe para ser constructores de la paz, peregrinaron hacia el Santuario de la Virgen de Itatí. Las diez diócesis del NEA realizaron la edición 36 de la Peregrinación Juvenil. Obispos y sacerdotes de toda la región compartieron la celebración eucarística hoy, en el atrio de la Basílica, presidida por monseñor Andrés Stanovnik, Arzobispo de Corrientes. Monseñor José Macín, Obispo de Reconquista y asesor de la Pastoral Regional de Juventud, fue quien pronunció la homilía en la que, a modo de plegaria, expuso un pedido al Señor para erradicar necesidades profundas de la sociedad.

En un mensaje actual, con una fuerte mirada de la realidad, instó a los jóvenes a no cansarse de buscar la paz, a ser protagonista de su sociedad. Entre otras cosas, expresó: “Señor Jesús, por medio de María de Itatí, madre y maestra de la paz, quien nos acompaña desde hace cuatrocientos años en nuestro caminar como pueblo de la región NEA, te decimos: no queremos más divisiones y maltratos en nuestras familias; nos duele la desconfianza entre vecinos; no queremos más inseguridad y agresiones en nuestros barrios; no queremos más prepotencia y soberbia en nuestra vida social y política; no queremos que se siga maltratando nuestra “casa común”; no queremos que siga creciendo el negocio del narcotráfico a costa de la destrucción de tantos jóvenes; no queremos que muchos se sigan enriqueciendo con la industria de la guerra, mientras que tantos chicos y jóvenes tienen que escapar de su tierra, sin futuro y sin un lugar donde vivir; no queremos más niños muertos por huir del terror o por desnutrición”.

Durante la Santa Misa, como se hace cada año, los jóvenes del NEA pronunciaron su manifiesto, en el que, desde su mirada, dejaron ante los pies de María, su “realidad atravesada por la incertidumbre, la violencia y la falta de valor y amor a la vida”.
Compartimos el texto completo de la homilía de monseñor Macín y el manifiesto de los jóvenes de la región.

HOMILIA MISA CENTRAL

“Queridos Jóvenes: Guiados por María, hemos peregrinado, hemos caminado por la paz. Al llegar a sus pies, bajo su manto, nos encontramos con quien es el fundamento de la paz verdadera: Jesucristo, muerto y resucitado. A Él queremos mirar, de Él queremos aprender, ante Él queremos renovar nuestro compromiso de ser protagonistas y constructores de una paz estable y duradera, siguiendo las huellas del Papa Francisco, quien en estos días está iniciando una nueva peregrinación por la paz en nuestro continente.

Por su parte Jesús, presente en esta Eucaristía, se acerca y se inclina hacia nosotros para hablarnos, para animarnos y fortalecernos en nuestro compromiso en favor de la paz:

1. En la segunda lectura que hoy proclamamos, brilla con luminosa sobriedad el valor de la paz, una perla preciosa que no siempre la apreciamos suficientemente. Recién cuando la perdemos, nos damos cuenta de su valor irremplazable para la convivencia entre hermanos.

¿Dónde radica el riesgo, el peligro de perder este preciado don? La Palabra de Dios nos dice claramente que, ante todo, tenemos que mirar nuestros propios corazones. En nuestro corazón están las raíces de la discordia y la violencia que padecemos en nuestras propias familias, de la inseguridad que vivimos en nuestros barrios y en nuestros pueblos, de la violencia en las escuelas, de la prepotencia y la agresión en el ámbito político y social, de la intolerancia entre distintos sectores. En nuestro interior aparecen los celos, la envidia, la codicia, el egoísmo, la soberbia y tantos otros males que, nos alejan del hermano, nos trasforman en extraños, en enemigos, y nos dividen entre nosotros.

Esa semilla, al anidar y crecer en nuestro interior, contamina luego nuestros vínculos familiares y sociales, y termina por producir una sociedad enferma de violencia.

Es urgente que le digamos que no a toda semilla de división y de agresión que quiera arraigar en nuestro corazón. No nos dejemos engañar por las voces interiores que quieren seducirnos y hacernos pensar que somos mejores que los demás, que el otro es un obstáculo para mi felicidad, que el mundo es una “super selfie” y que todo gira en torno a mí, que yo tengo la justa y que los demás no existen. No nos dejemos engañar por las voces exteriores que nos prometen una felicidad trucha. Detrás de la droga, del alcohol, de la sexualidad desenfrenada, del consumo sin límites, del abuso de poder, no hay más que vacío y muerte.

Sin un reconocimiento sincero de estas cosas, es imposible que la paz de Jesús habite en nuestra alma; es difícil que nuestras familias alcancen la paz, que nuestros barrios sean espacios de encuentro y diversión sana, que nuestros grupos pasen de ser simples pandillas a comunidades de hermanos, fundamento de una sociedad justa, fraterna y en paz.

2. Pero no solamente tenemos que erradicar de nuestro interior, por la acción de la gracia y por nuestro esfuerzo, aquello que nos impulsa a la violencia y a la agresividad. También tenemos que dejar que el Espíritu de Jesús actúe en nosotros, opere en cada uno, haciéndonos servidores de todos. No se trata solamente de arrancar la mala semilla, sino de dejar que Jesús siembre la semilla de la paz en nosotros y entre nosotros.

El servicio, del cual nos habla con tanta transparencia el evangelio de este domingo, queridos jóvenes, es la manera proactiva de ser constructores de la paz. Poner al otro en el lugar principal. Renunciar a nuestras comodidades para que el otro pueda estar mejor. Abrir nuestro corazón a todos, sin miedos ni prejuicios.

En el servicio, a la medida de Jesús, está el secreto de la paz, de una paz personal y social estable. Jesús nos enseña este secreto con toda claridad: el que quiera ser el primero, que sea servidor de todos. Esa es la consigna que nos deja Jesús. Abrir nuestro corazón y servir con alegría a los demás. Contemplemos un instante a Cristo crucificado, en quien brilla la austera belleza del servicio incondicional. Hagamos, con nuestro ejemplo, que el servicio se ponga de moda, una moda original y atractiva entre nuestros compañeros y amigos.

3. Señor Jesús, por medio de María de Itatí, madre y maestra de la paz, quien nos acompaña desde hace cuatrocientos años en nuestro caminar como pueblo de la región NEA, te decimos: no queremos más divisiones y maltratos en nuestras familias; nos duele la desconfianza entre vecinos; no queremos más inseguridad y agresiones en nuestros barrios; no queremos más prepotencia y soberbia en nuestra vida social y política; no queremos que se siga maltratando nuestra “casa común”; no queremos que siga creciendo el negocio del narcotráfico a costa de la destrucción de tantos jóvenes; no queremos que muchos se sigan enriqueciendo con la industria de la guerra, mientras que tantos chicos y jóvenes tienen que escapar de su tierra, sin futuro y sin un lugar donde vivir; no queremos más niños muertos por huir del terror o por desnutrición…Queremos ser, Señor, peregrinos de la paz, constructores de la paz, instrumentos de tu paz.

Siguiendo las huellas de San Francisco, y bajo la tierna mirada de la Virgen de Itatí, con toda la fuerza de nuestra voz y de nuestro corazón, te decimos: “Señor, haz de nosotros instrumentos de tu paz”. Para que nuestra oración se levante profética y llena de esperanza, los invito a repetir con más fuerza todavía: “Señor, haz de nosotros instrumentos de tu paz”.

+ Ángel José Macín
Obispo de Reconquista

Manifiesto: Itati 2015

“Tiernísima Madre de Dios y de los hombres, que movida por el Espíritu, acogiste al Verbo de la Vida en la profundidad de tu humilde fe, queremos dejar a tus pies nuestras vidas, nuestros sueños, anhelos y esperanzas.

Los jóvenes del NEA y de Argentina te damos gracias por esta trigésima séxta peregrinación, que nos congrega nuevamente como Pueblo de Dios en camino.

Te agradecemos la vida, que adquiere sentido al contar con tu presencia y nos reconforta encontrar siempre alivio en tus brazos maternales.

Nos alegra contemplar que tantos jóvenes, bajo tu amparo, se abren camino en la vida. Esto nos alienta y nos da fuerza para responder, también nosotros, día a día al llamado que nos hace tu hijo Jesús.

A Ti, Virgen y Madre, te presentamos nuestra realidad atravesada por la incertidumbre, la violencia y la falta de valor y amor a la vida.

A los jóvenes nos duele que se utilice la fe y las creencias religiosas para justificar la guerra y que avance esa mentalidad que lleva a descartar a las personas como simples objetos.

Nos sentimos indignados ante realidades que van en contra de la dignidad que tiene cada ser humano, entre ellas la trata de personas, el abandono de los ancianos, el aborto, la desocupación y la esclavitud laboral.

Nos preocupa el avance del narcotráfico y la droga; como asimismo que la política se haya transformado en una búsqueda de ser servido y no de servir.

Sufrimos ante los atropellos que padece nuestra madre naturaleza, producto de una ambición desmedida por conseguir más riqueza y poder.

Tristemente percibimos como los ruidos del mundo impiden y obstaculizan escuchar claramente a Dios que llama a dar una respuesta comprometida, para construir la civilización del amor.

Los jóvenes del NEA, junto a ti Madre, creemos en el Dios de la vida que va haciendo presente su Reino en medio de estas realidades y que nos impulsa a ir contra la corriente. Como nos señala el Papa Francisco el amor no es un sentimiento romántico, sino algo que se demuestra con obras concretas y también sacrificios, sirviendo a los demás.

Ante ti, Mamá María, siguiendo lo que dicen nuestros obispos argentinos, queremos resaltar y comprometernos en las tres notas del estilo evangelizador acorde a estos tiempos. Ellas son la misericordia, la alegría y la misión.

La misericordia que ofrece una palpitante imagen del amor; que es compasión, ternura, consuelo y magnanimidad. Ella renueva el vínculo con los hermanos y lleva a vivir en comunión unos con otros. Permite desarrollar la cultura del encuentro y tiene como fruto la construcción de la paz.

La alegría, fruto inmediato del encuentro personal con Cristo y su amor. Con tu Hijo Jesús siempre nace y renace la alegría, porque es el don de Dios por excelencia; es la garantía de que el mensaje que se transmite tiene sentido y cambia la vida. Vos, Mamá, nos das testimonio de esto y nos alentás diciendo “Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador, porque miró con bondad la pequeñez de tu servidora. En adelante todas las generaciones me llamarán feliz”.

La tercera es la misión, que consiste en compartir esta alegría. Es lo que el amor no puede callar. Es llevar a Jesús y hacerlo conocer, amar y seguir.

Madre, en vos descubrimos que la misión es servicio de amor, de misericordia inmediata y sin demora. Guiados por vos María, queremos construir la paz!
Nuestra Señora de Itati… Ruega por nosotros”.


Domingo, 20 de septiembre de 2015
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