Vie 3 de Mayo de 2024
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El año del Boca campeón


El título no borra una temporada de vaivenes, que incluyeron grandes victorias y derrotas inesperadas, siempre con la imagen de Riquelme dando vueltas; Arruabarrena superó las críticas y el plantel relativizó las supuestas fisuras internas

"Falta lo más difícil, que es cerrar el campeonato". Las palabras de Carlos Tevez tras la goleada por 3-0 sobre Banfield resultan la mejor forma de explicar qué sucedió con este Boca que se consagró campeón después de desandar el camino más largo y agotador que podía imaginarse. Las obligaciones lógicas para este equipo se multiplicaron y todo resultó más denso, porque no sólo las estadísticas de los largos años sin títulos lo pusieron contra las cuerdas, sino que un contexto político muy espeso lo acosó con fuerza. La apuesta económica de casi 10.000.000 de dólares para tratar de ganar todo lo que estuviese en su camino, en especial la Copa Libertadores, más la contratación del excéntrico Daniel Osvaldo, la herida por la eliminación a manos de River de la Copa Sudamericana y el retorno del Apache generaron un caldo espeso que tuvo que tratarse con sumo cuidado.

Un abanico de sensaciones se desplegó para el equipo xeneize. Esta aventura se emprendió conociendo que este plantel estaba bajo una lupa. Los referentes (Orion, Gago y Cata Díaz) no habían podido respaldar la última experiencia de Carlos Bianchi. Además, siempre lucharon con el aura de Juan Román Riquelme. Pero se fueron sacando las presiones entre el silencio y las miradas desconfiadas.

Un golpazo de verano
La temporada comenzó con mucha controversia, porque la derrota con Racing por 4-1 en el verano desató una ola de cuestionamientos y empujó a los dirigentes a cerrar negociaciones interminables para reforzar el plantel: Guillermo Sara, MarcoTorsiglieri, Alexis Rolín, Pablo Pérez, Gino Peruzzi y Luciano Fabián Monzón. Esa derrota ante la Academia resultó el escenario ideal para que Juan Román Riquelme definitivamente plantase su oposición.

Boca tuvo una preocupante actuación ante Racing en el verano.
"No me veo como DT. Arranco una nueva vida y lo que elija no me dará las alegrías que me dio el fútbol, eso seguro. Pero soy una persona que quiere aprender. Quizá me anime a intentar ser presidente del club algún día. Un presidente tiene que hacer las cosas bien. Yo amo el club. Si tengo la suerte de aprender y me siento preparado, lo voy a hacer", había advertido Riquelme.

El Vasco no podía fallar
En el comienzo de la competencia tuvo que imponer condiciones Arruabarrena, porque no podía fallar: siempre supo de la inestabilidad en el cargo. Además, porque también le sumaron a Osvaldo, que le aportaba jerarquía al plantel, pero también ponía en alerta al mundo Boca, que estaba ardiendo por encontrar un escándalo. En apenas un chasquido de dedos, sucedió. Una supuesta fiesta en el hotel Madero, donde se concentra el plantel, sacudió la estantería. El mejor remedio para tanto ruido fue el silencio del grupo y el tono apagado del Vasco.

Si bien se mantenía en la lucha por el torneo local, la obsesión por la Copa Libertadores ocupó el centro de la escena. Y eso también tuvo sus costos. El contrato por cuatro meses a cambio de 480.000 dólares por el rockstar Osvaldo pesaban una tonelada. Sin embargo, esto le servía políticamente a la figura de Angelici que prometía la vuelta de Carlos Tevez.

El efecto gas pimienta
Todo marchaba perfecto, porque en el campeonato la lucha con San Lorenzo y Central se mantenía firme y en el certamen continental todos ponían a Boca en la cúspide. Había terminado primero en la clasificación general y con un altísimo promedio de gol: invicto, con 19 goles a favor y apenas dos en contra. Duró poco la alegría, porque en los octavos de final el superclásico con River lo lastimó demasiado. El efecto gas pimienta y el Panadero Napolitano aturdieron a todos. En el orden político, Daniel Angelici quedó expuesto porque los dirigentes de River "volaron" para quedarse con el cruce de la Copa. Se duplicó la furia y Angelici anunció la renuncia a la vicepresidente en AFA. Fueron días en los que se desfiguró el semblante xeneize: "Yo planteé [durante la audiencia de apelación en Conmebol por el famoso gas pimienta] que separen lo disciplinario de lo deportivo, porque íbamos a dejar un caso testigo, porque va a haber muchos equipos que van a ir a buscar los puntos en el escritorio", dijo Angelici. Unos días después terminó por explotar y disparó para todos lados: "Mi renuncia es indeclinable. En los nueve meses de transición desde que murió Julio Grondona no cambió nada. Las cosas que pasan se repiten y acá privan los intereses personales, por lo que están ganando los violentos. Pido disculpas por lo que sucedió en el partido con River. Es un papelón mundial y el fútbol está de luto. La semana pasada se nos murió un jugador [Emanuel Ortega, de San Martín de Burzaco], y el jueves pasó esto [por el escándalo en la Bombonera]".

Los daños colaterales también alcanzaron la pelota: en la 13» fecha, Boca perdió el primer partido en el torneo, ante Aldosivi (3-0) y en la Bombonera. Y había más; la fecha siguiente volvió a caer ante Vélez (2-0) y en Liniers. Hervía.

No fue gratis la salida de la Copa y a mano de River. Se puso en duda el temple del plantel y mucho más la pericia de los dirigentes para resolver situaciones. Era imposible quitarse ese peso: dos meses después, en la despedida de Sebastián Battaglia, que se realizó en la Bombonera, los hinchas bajaron más presión. Ese día representó las vueltas de Riquelme y de Carlos Bianchi a la Boca. Todo un acontecimiento. Con el característico "que de la mano de Carlos Bianchi todos la vuelta vamos a dar" y el habitual "Riqueeelme, Riqueeeelme" se sentó una postura y bajó un mensaje claro. No había más crédito. Los insultos para Daniel Angelici se amplificaron. Era momento de profundizar el cambio.

Un golpe de timón
Era necesario otro golpe de efecto y 10 días después, unos 50.000 hinchas coparon la cancha de la entidad de la Ribera para celebrar la vuelta del Apache. No había más espacio para el error. El título local y la Copa Argentina eran las últimas cartas para el plantel, el cuerpo técnico y los dirigentes. Todo estaba en manos de Tevez, que desde el primer día comenzó a sacudir el tablero. "El presi [por Angelici] ha hecho mucho para hacer este sueño realidad. Ahora hay que convencerlo de que se quede. Él me trajo y quiero que se quede con nosotros", fueron las palabras de su primera conferencia de prensa.

La revolución fue absoluta. Tevez cambió a Boca; le dieron la llave del club. Marcó el terreno: se modificaron las dietas, se cortó y se mojó el césped de la Bombonera y del Complejo Pedro Pompilio para hacer un juego más veloz, se intensificaron algunas tareas físicas y el plantel se acercó más a la gente. La consecuencia: se encadenaron victorias consecutivas. Pero había señales por atender porque Unión, en la cancha de Boca, daba el batacazo con un 4-3. Fue una semana de dudas, pero el grupo se recuperó y todos comenzaron a responder ante el talento del Apache.

De todos modos, nada fue fácil para este plantel. Una derrota con San Lorenzo en la Bombonera parecía que desbarataba todo y nuevamente la continuidad de Arruabarrena se ponía en duda. El clásico con River, en el Monumental, apareció como la última prueba para el ciclo del Vasco y el equipo respaldó con carácter el proceso. Era el segundo clásico por el torneo local que ganaba Boca. Un estímulo necesario, si se recuerda que fue eliminados en las dos competencias internacionales frente a su clásico adversario.

Todo parecía nuevamente acomodarse en el universo xeneize; sin embargo, el primer gran impacto para Tevez llegó cuando nadie lo esperaba. En la 25a fecha, en la Paternal, una acción desmedida del número 10 xeneize fracturó a Ezequiel Ham, el juvenil de Argentinos Juniors. Los golpes llegaron desde todos los sectores y hasta el entrenador, Néstor Gorosito, sugirió que Tevez tuvo mala intención en la acción que lesionó a Ham. Fue la primera vez que el Apache sintió la presión del entorno. Pero el revuelo fue para todo Boca al reverdecer la vieja polémica de marzo pasado, cuando Agustín Orion, ante San Martín de San Juan, salió desbocado a cortar un ataque de Carlos Bueno y terminó fracturando al delantero uruguayo.

Tuvo que reponerse una vez más el equipo y pulverizó las dudas cuando goleó a Banfield por 3-0. Se encaminaba al título y la gran chance apareció en Avellaneda con Racing. Una victoria le daba el título, porque San Lorenzo había trastabillado. Pero como nada resultó simple en este camino azul y amarillo, la Academia le dio un directo al mentón: lo venció por 3-1 y ahogó el festejo. Las consecuencias de la caída se advirtieron en las palabras de Tevez: "Me voy caliente. De una vez por todas tenemos que crecer y no jugar estos partidos así. No podemos quedarnos con nueve hombres en un partido como éste [echaron a Cata Díaz y a Erbes]. Es fundamental quedarnos los 11 en la cancha y luchar. Te pueden superar, de hecho nos superaron, pero hay que mejorar esas cosas y crecer de una vez por todas".

El mensaje interno
Fue todo un mensaje; nadie se atrevió a decir nada. Circuló una versión en la que se aseguraba que Tevez tenía diferencias con Orion; sin embargo, ellos se encargaron de desmentirlo con un abrazo tras vencer a Lanús por 2-0 previamente a la final de Copa Argentina, que disputará pasado mañana ante Rosario Central. Era necesario cambiar la energía y todos se concentraron en vivir una semana sin dejarse ganar por la histeria. "Vamos salir campeones la semana que viene en nuestra casa", había dicho Orion tras perder con Racing. Era momento de terminar con tanto sufrimiento. Y Boca no falló. Salud, campeón. (Fuente: Canchallena)


Lunes, 2 de noviembre de 2015
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