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Trump, un peligro mundial

Fascismo. Los resultados de las primarias parecen catapultarlo a la candidatura por el Partido Republicano. Lidera un movimiento autoritario lleno de odio, que se regocija en el desprecio, la burla y la intimidación. Su arribo a la Casa Blanca es una amenaza para la democracia.

Si hay alguien en el mundo que sabe reconocer a un déspota son los alemanes, porque tuvieron al más cruel de la historia. La revista alemana de mayor prestigio en Europa, Der Spiegel, ha dedicado la portada a Donald Trump bajo el título: "El hombre más peligroso del mundo". Su foto aparece en primer plano con el trasfondo de la bandera americana en llamas, simbolizando el fin de la democracia y el comienzo de una dictadura imperial.

"Trump lidera un movimiento autoritario lleno de odio. Nada sería más perjudicial para la paz mundial que él fuera elegido presidente", señala Der Spiegel. Y por su parte The Economist, la revista más influyente del mundo, que también le dedica la portada, afirma que "es aterradora la idea de Trump en la Casa Blanca, de alguien tan impredecible y que ha prosperado incitando odio y violencia".

Si ese nefasto día llegara, nadie podrá llamarse a engaño. Además de las llamadas de alerta desde Europa y otras capitales del mundo, esta semana hubo serias advertencias desde múltiples segmentos de la sociedad y prensa estadounidenses, incluidas las de republicanos sensatos alarmados por el secuestro y posible destrucción del partido de Lincoln, a manos de un autócrata narcisista que se regocija en el desprecio, la burla y la intimidación. Y a manos por supuesto de su secta de votantes iracundos, tan ávidos como él de venganza contra quienes no comulgan con sus ideas.

No podrán llamarse a engaño quienes el Super Martes le auparon a la victoria, sólo 48 horas después de su última tropelía: salir abiertamente del clóset fascista, glorificando las palabras del dictador Benito Mussolini ("Más vale un día como león que 100 de oveja"); y negándose repetidamente en una entrevista en CNN a repudiar al Ku Klux Klan y al líder de ése grupo racista que le respalda, aduciendo con todo descaro: "No los conozco, no sé nada de David Duke ni de los supremacistas blancos"… "tendría que averiguar quiénes son".

Al lloverle críticas reaccionó como hace siempre, primero negando las evidencias de sus propias declaraciones, o justificándose con excusas vanas. Y después jurando venganza contra quienes se atreven a disentir o criticarle. Llegó a amenazar al presidente del Congreso, Paul Ryan: "Supongo que me llevaré bien con él, pero si no él va a tener que pagar un precio muy alto". Y ¿cuál fue el delito del republicano Ryan? Hacer un llamamiento contra la intolerancia al ver que Trump no repudiaba al Ku Klux Klan, diciendo "si una persona quiere ser nominada por el partido [republicano] no puede evadirse ni entrar en juegos, debe rechazar cualquier grupo o causa edificada en la intolerancia".

Silenciar a los disidentes es la primera regla del manual de los dictadores, como saben bien los cubanos y venezolanos que lo han sufrido. Y Trump amenaza seriamente con arremeter contra la Primera Enmienda, amordazando a la prensa para silenciar críticas. "Ampliaré las leyes de libelo para que cuando escriban algo negativo, horrible y falso podamos demandarles y ganar mucho dinero". No es una fanfarronada porque cuenta con un largo historial de demandas, aun con las leyes actuales.

Escalofriante. Adiós a la Primera Enmienda. Adiós a la libertad. ¿Alguien puede dudar a estas alturas de los instintos despóticos de Trump? ¿Estamos en camino a la Cuba de Castro, la Venezuela de Chávez o la Rusia de Putín? Con este último por cierto se profesan mutua admiración. Cuando le preguntaron a Trump su opinión sobre los asesinatos de periodistas en Moscú respondió que "Putín está ejerciendo liderazgo". Espeluznante.

Entre otros, The Washington Post invita a reflexionar sobre si "Trump representa una amenaza para la democracia". El periódico alerta en un editorial que "a lo largo de la historia ha sido un error tomarse a risa las palabras de los dictadores mientras iban ascendiendo al poder. Ay si llego a ser presidente, vaya si van a tener problema ha asegurado Trump. Si cumple sus amenazas nadie podrá decir que no estaba avisado".

Tendremos problemas muy graves, según el ex director de la CIA y la NSA, general Michael Hayden: "Los militares se negarían a obedecer si Trump les diera órdenes ilegales". Y el historiador militar conservador Max Boot afirma sin rodeos que "Trump es un fascista. Y no es una palabra que uso a la ligera. Él se la ha ganado".

A estas alturas, sólo el Partido Republicano puede detener su avance. Dejaron crecer a un monstruo nutrido por resentimientos y odio en las bases y ahora enfrentan un Frankenstein que puede destruir su partido. Y el país. Pero nadie toma las riendas porque hay una gran escisión interna. De eso se aprovecha Trump. Les ha robado la marca republicana, en vez de crear un tercer partido.
Hoy está previsto que Mitt Romney —que considera a Trump una amenaza— se dirija a sus correligionarios para poner orden.

Deben decidir si respaldan o no a un candidato que pretende entablar guerras comerciales, judiciales y militares. Que aplastaría cualquier disidencia, recortaría la libertad de expresión, despreciaría a los no blancos, impondría la tortura y deportaría a 11 millones de inmigrantes.

Señoras y señores, apoyar o no apoyar a Trump no es una decisión política, es una decisión moral.

Rosa Townsend / El Nuevo Herald (Miami)


Miércoles, 23 de marzo de 2016
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